De haber existido, la isla Bermeja habría generado un mayor espacio marítimo a favor de México, que el que recibió con la firma del tratado Clinton-Zedillo, en el cual México y Estados Unidos pactaron sus fronteras marítimas en el Golfo de México lo que quedó plasmado en ceremonia celebrada en Washington el 9 de junio del año 2000. La importancia de su existencia hubiera radicado en la ampliación de la soberanía marítima mexicana en una zona con grandes yacimientos de petroleo.
México envió en 1997 una embarcación oceanográfica para determinar su existencia y dar por terminados las disputas. Sin embargo, el capitán del barco no pudo reportar la presencia del Bermeja en donde toda la cartografía histórica lo situaba.
La Universidad Nacional Autónoma de México mandó en 2007 navíos para estudiar el área. El resultado fue el mismo: no había rastros de una isla en el lugar. Otras dos expediciones recientes y financiadas por empresas y organismo mexicanos arrojaron igual resultado.
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