Es un perro espectral de gran tamaño, ojos brillantes, que arrastra cadenas, y que durante las noches aparece en sitios solitarios para cuidar o atormentar a los borrachos o trasnochadores, siendo muy conocida su leyenda en las zonas rurales e incluso urbanas de México y CentroAmerica. La leyenda habla de dos cadejos, uno blanco, benigno y protector, y otro negro, monstruoso y malvado. En Costa Rica, el Cadejos es uno solo, de color negro y, aunque monstruoso, generalmente inofensivo.
Es muy posible que el origen del Cadejo como ser mitológico se encuentre en la mitología maya-quiché. Las leyendas de los cadejos espectrales centroamericanos parecen estar emparentadas, en cuanto a su origen, con los Nahuales.
En cuanto a su significado, el Cadejo es a la vez un espíritu protector y una criatura maligna. Desde su perspectiva negativa, el Cadejo usurpa la confianza de los seres humanos mediante el terror, mientras que en su faceta positiva, el poder regenerador de la naturaleza al proteger a los seres humanos del peligro. En la literatura indígena de América, sobre todo en la maya, es muy importante este concepto de dualidad. El cadejo blanco es un eco del nahual como el espíritu compañero y el cadejo negro es un reflejo del nahual como el brujo que se metamorfosea.
Según la tradición oral, el cadejo es un mítico animal fantasmagarórico que se aparece a las personas que vagan por caminos nocturnos, particularmente a los ebrios, con la función moral de asustarlos para que enmienden su camino. Se cree que cuida a aquellos que se embriagan y deambulan por las noches ayudándoles a encontrar el camino a casa o bien durmiendo cerca de ellos para evitar les roben o dañen.
Las descripciones más prolíficas corresponden al Cadejo negro. Todas coinciden en que es un perro grande, negro, de ojos rojos como brazas, que arrastra pesadas cadenas.
El escritor costarricense Carlos Luis Fallas lo describe como "animal fantástico, de ojos fosforescentes y espesa pelambre, negra y muy larga". Otra versión de Costa Rica también le agrega patas de cabra y dientes de jaguar. En algunas versiones de Nicaragua, es capaz de manipular su cuerpo para crecer, a manera de perro gigante. En su cuento El Cadejo, el escritor salvadoreño José Efrain Melara Méndez lo describe como " una especie de perro pequeño que seguía a las personas pero no les hacía daño. Aunque a veces la gente no lo veía, oía sus pasos característicos semejantes a las pisadas de un chivo."
Para el escritor hondureño Jesus Agular Paz, "no hay que confundir el Duende con el Cadejo: éste es un cuadrúpedo nocturno que se alimenta de cadáveres putrefactos y al andar le suenan los huesos, siendo luminosos sus ojos y peligroso su encuentro." Miguel Angel Asturias omite que tiene forma de perro, e incorpora tres distintas especies en un cuerpo, «con cascos de cabro, orejas de conejo y cara de murciélago»
También se le atribuyen poderes místicos como el poder evitar ser dañado por aquel al que protege o por lo que lo trate de dañar, siendo así inmune a las armas blancas y de fuego. Por lo general al verse atacado desaparece en el aire como una sombra y reaparece detrás de su atacante. En Nicaragua y en algunas zonas de Costa Rica, sobre todo en la zona del Pacífico norte, el Cadejo (específicamente, el negro) lleva sobre el cuello un collar blanco, pues en algunas versiones de esas regiones el Cadejo fue en vida un sacerdote que es maldecido, representando este collar blanco un el Cadejo (específicamente, el negro) lleva sobre el cuello un collar blanco, pues en algunas versiones de esas regiones el Cadejo fue en vida un sacerdote que es maldecido, representando este collar blanco un cuello clerical.
En México, se cuenta que, cuando aparece el Cadejo, los perros lloran como si el mismo demonio estuviera viniendo; y es que, según se dice, devora las crías de los perros (o también cualquier perro) los cuales están estorbándole su paso, por lo que es recomendable para ellos esconder a los canes si se sospecha su presencia o su cercanía. Esta avidez del Cadejo por devorar perros también aparece en algunas versiones de Colombia.
Existen 3 origenes:
Creación de dios y el diablo: Dios crea al perro blanco y Lucifer al negro. La leyenda dice que, tras observar todos los males que aquejaban al pueblo, Dios decidió crear una figura que atemorizara al humano pero con el fin de protegerle. De allí surgió un ser con morfología de perro, con los ojos rojos y de color blanco como las nubes que se encargaría de protegerle. El demonio, enojado por la acción del Padre, formó una copia idéntica pero de color negro, que provoca pavor en aquel que le observa.
Hijo Maldito: una maldición de un padre furioso sobre su hijo, un joven o hombre libertino sentenciado a volverse un alma en pena cubierta con cadenas, o bien, su otra versión, donde es el hijo bueno quien busca asustar al padre borracho a modo de castigo por su mal comportamiento, pero falla y su padre la maldice con esta forma de perro para cuidar y proteger a todas las personas, especialmente a borrachos como él En Belice, los dos cadejos surgen de la misma persona: un hombre muy libertino, malo, desobediente, flojo, que no trabajaba, borracho y mujeriego. Su padre, quien estaba cansado de su comportamiento, le hacía entrar en razón. Sin embargo, eso no impedía que el ingrato del muchacho cambiara su forma de ser. Entonces su padre, enfurecido, lo maldijo (o primero lo maltrata, según otras versiones), condenándolo a cuidar a los borrachos como él. Frente a sus padres, el muchacho se transformó en una bestia: un perro enorme, negro y de ojos rojos. Ante el asombro y el terror de su madre, ella le roció agua bendita por el lomo, sacando el alma de buena del muchacho, que tomó la forma de perro blanco, siendo el antagonista del otro.
En Costa Rica, la leyenda narra la existencia de un solo cadejo, este suele ser el hijo de un gamonal o un anciano. Es un muchacho dado a la bebida, irresponsable, vagabundo y amigo de fiestas y desórdenes, hasta que un día causa el más profundo disgusto de su padre, quien le maldice con los peores apóstrofes, vertiendo sobre él tanta indignación y dolor de espíritu que el muchacho termina transformándose en ese ser. Otra versión costarricense narra, por el contrario, que el joven es bueno y el borracho es el padre. Cansado de las continuas borracheras de su padre, el joven elabora un plan para que este se reforme. Para ello, lo espera en un camino solitario, saliéndole repentinamente disfrazado con una gruesa piel negra de animal y arrastrando unas cadenas. Al ver que su padre estuvo a punto de desmayarse del susto, el hijo se despoja de su atuendo, confesando su plan para hacerlo recapacitar, pero el padre, alcoholizado e iracundo, lo maldice diciendo: Echado y en cuatro patas seguirás por los siglos de los siglos, amén. A partir de ese día, el Cadejos acompaña a los hombres trasnochadores, guiando su camino a casa y alejando cualquier peligro que pueda encontrar.
Nahuales y espíritus guardianes: Finalmente, se da el caso particular de algunos lugares de México, es que se cuenta que al morir una persona, esta vuelve a cuidar de sus seres queridos en forma de un cadejo.
También hay brujos (nahuales) a través de un hechizo, pueden transformarse en un cadejo. Aprovechan este estado para cometer fechorías como matar gallinas, matar a otros animales, destruir cosas, asustar, asechar mujeres, robar (llevándose con la boca) o, sobre todo cuando hay luna, esperar en sitios poco transitados y que un individuo pase y quede atemorizado por aquel perro y sus ojos diabólicos. Se dice que estos brujos pueden transformarse a la medianoche bajo a una caiba o pochota, ya que en la simbologia maya el yaxche (una ceiba) era un puente o una conexión entre el cielo, la tierra y el inframundo.
En El Salvador, Honduras, Belice, Guatemala y Nicaragua, se cuenta la existencia de dos perros, uno negro y uno blanco, e incluso de tres, agregando una variante gris en el caso de Guatemala, que cuida a los niños desamparados o enfermos. Por regla general, el Cadejo blanco es benigno, mientras que el negro es maligno. El blanco, animal de compañía, protege al hombre contra todos los males que lo esperan en los caminos solitarios, incluido el cadejo negro. El negro anda vagabundeando para asustar o atacar a los trasnochadores. Cuando los dos criaturas se encuentran, ocurre una batalla sangrienta entre sí.En las zonas rurales y montañosas de El Salvador, se asocia al cadejo con la tipología de hombre y mujer, así se dice que el perro blanco es el guardián de los hombres y el negro de las mujeres.
El Cadejo negro generalmente se asocia con el mal: persigue a distancia a los caminantes nocturnos, los que vienen de fiestas, festivales, carnavales, juegos de azar o cantinas. Al seguir a su víctima, araña el suelo con sus garras. Si el sonido se oye cerca es que él está lejos y cuando se oye lejos es que está muy cerca, prácticamente encima, es lo último que oirá antes de que ataque.
El Cadejo blanco, por el contrario, es el antagonista del negro, el protector de las personas que cruzan su camino, un espíritu que protege al hombre que sale por las noches, un guardián que siempre acompaña a la persona hasta dejarla en su casa. Actúa como guía para prevenir a las personas de que se encuentren con el Cadejo negro. Aunque benigno, alguna versión también cuenta que al Cadejo blanco jamás hay que tratar de hacerle daño, porque entonces él se lanza sobre su agresor y lo revuelca en el suelo, lo muerde y lo deja herido mortalmente.
Los cadejos blanco y negro, al encontrarse, se enfrentan entre ellos, donde muchas veces, por invocación de poder santo, el cadejo blanco derrota al negro, y la que fuera su víctima vive para contar la historia. Los cadejos nunca se matan cuando se enfrentan, a pesar de los encarnizados combates que libran en sus encuentros nocturnos. Según la tradición, ninguno de los dos es más fuerte que el otro.
En algunas versiones de Guatemala, a veces los cadejos se unen para salvaguardar a sus protegidos de otro espectro.
En el sur de México (además en el estado de Hidalgo), Costa Rica, Panamá y el norte de Colombia, el Cadejo es un ente único. Fabio Baudrit lo describe como un perro negro grande, similar a un lobo adusto, flaco, erizo, lanudo, con dos intensos ojos rojos encendidos y radiantes, cola larga y ancha, de afiladas uñas largas que resuenan en el pavimento, mientras arrastra unas gruesas cadenas. No obstante su aspecto aterrador, no es de carácter bravo o sanguinario, y jamás ataca a ningún hombre. Concreta su maleficio a seguir tenazmente al hombre parrandero y trasnochador, generalmente en estado de ebriedad, hasta la puerta de su casa, y algunas veces, a esperarlo en la entrada de su habitación (con sus ojos rojos brillando en la oscuridad del umbral), como un mudo reproche. Siempre conserva la distancia. Contra él son inútiles balas o armas blancas, y antes de verse forzado a hacer el mal, desaparece. También, cuando los niños se desvelan, puede ser evocado, y al poco tiempo se escucharán las uñas en las baldosas o las paredes de la casa, con su aliento resoplando por una hendija de la ventana, sin marcharse hasta que halla silencio y el niño caiga en profundo sueño.
En Panamá, el Cadejo es un perro enorme, negro y de ojos rojos que despide un fuerte olor a azufre, como una manifestación misma del diablo. Se aparece en Corpus Crispi, a la medianoche, a los hombres mujeriegos o borrachos, a los cuales devora, se lleva su alma o los arrastra directamente al infierno.
A pesar de ser una manifestación demoníaca, algunas veces también se le
considera un protector, puesto que también puede cuidar a este tipo de
personas hasta llegar a su casa sanos y salvos.
En Honduras, la tradición cuenta que, para repeler al Cadejo negro, se deben decir oraciones como "que huele a santo", "que huele a incienso" o "permiso compadre Alejo".
En México, para salvarse o protegerse de esta entidad, hay que vestirse
al revés, luego poner orines en un cinturón y darle latigazos, haciendo
que se vaya. Se cree que se puede hacer amistad con él: consiste en
caminar con los pies juntos (sin importar lo difícil que sea) y, si se
acerca, se debe escupir en la palma de la mano y ofrecerle un
escupitajo, y esto hace el Cadejo acompañe o cuide al trasnochador.
También tiene su lado benevolente, pues cuida de todas las personas
(aunque en la mayoría de versiones es, generalmente, maligno)
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