El contexto de esta historia real transcurrió en la Primera Guerra Mundial. El mundo entero vivía uno de sus momentos más convulsos, a la vez que se abrían nuevas posibilidades en el mundo de la industria, un instante idóneo para innovar y aportar nuevas tecnologías y recursos a la Guerra.
Una de las empresas más potentes del sector era la US Radium Corporation, ubicada en Orange (Nueva Jersey). Su producto estrella eran los relojes luminescentes, esos que los soldados tanto adoraban porque podían ser utilizados en la oscuridad de la noche.
Un grupo de 70 mujeres, entre ellas Grace Fryer, trabajan en las fábricas pintando las esferas de los relojes con una pintura especial que los hacía luminosos en la oscuridad. Un gran avance técnico al que le fue genial.
El creador de estos relojes fue William Joseph Hammer, quien en 1902 descubrió las grandes aplicaciones del Radio gracias a la propia Marie Curie. Fue él quien propuso este elemento para el tratamiento del cáncer.
Las "chicas radiactivas" pintaban sus uñas con un líquido brillante, en sus tiempos libres, para adaptarse a la moda de la época e impregnaban sus labios y dientes con un pigmento radiactivo para besar a sus encantados novios.
Momentos de diversión inocentes e inconscientes, porque ninguna de estas mujeres sabían que la pintura, llamada Undark, estaba compuesta principalmente por sales de radio, el elemento que descubrió Marie Curie en 1898. El radio es extremadamente radioactivo, un millón de veces más que el uranio.
A pesar de que la dirección de la empresa supo en todo momento que estos componentes eran nocivos para la salud de sus trabajadores, y se protegían con mascarillas y guantes de plomo, nunca intentaron tomar las medidas de protección que debieron. Las 70 mujeres contratadas en la fábrica para las tareas de manipulación y pintura lo hacían con el uniforme corporativo y como si pintaran un cuadro. Nadie les informó del peligro de la manipulación de Undark. Todo por la buena imagen de la empresa. Cerca de 4.000 empleados pasaron por la fábrica venenosa.
Pero, como era de esperarse, todo empezó a venir cuesta abajo cuando las mujeres de a poco se fueron enfermando.
Grace Fryer fue una de las primeras en notar que algo no estaba bien. En 1922, ella había dejado de trabajar en US Radium y estaba laborando de cajera en un banco, cuando de pronto comenzó a sentir los terribles síntomas. Sus dientes comenzaron a caerse sin razón alguna. Y le dolía la mandíbula hasta el extremo de que se le inflamaba de un modo considerable.
Es así, que Grace intentó comunicarse con la empresa para que alerten a sus trabajadores del peligro, pero no recibió ninguna respuesta.
Así que siguió en su lucha por salvar vidas, y trató de localizar a sus ex compañeras. Desgraciadamente, muchas de ellas ya estaban en fases terminales y otras ya habían fallecido. Hasta que por fin encontró a cuatro mujeres (Edna Hussman, Katherine Schaub, Quinta McDonald y Albina Larice), que se unen a su casa para denunciar el hecho.
Al verse involucrada la prensa, por fin la historia comenzó a darse a conocer.
La enfermedad de las 5 chicas fue tan llamativa que se les bautizó como The Radium Girls.
En 1927, Grace Fryer por fin encuentra al abogado Raymond Berry, el único valiente que aceptó llevar la demanda contra la compañía. Con el apoyo de otras mujeres de la fábrica y la complicidad de algunos medios sensibilizados por la historia, llevaron la denuncia a los tribunales en 1928.
Tuvieron que enfrentar varios obstáculos como a los médicos tramposos sobornados por la empresa. Pero, las secuelas físicas mostradas en los cuerpos de las víctimas fue mucho más fuerte y evidente.
Así, la extenuante batalla legal acabó cuando la empresa se comprometió a pagar las costas del juicio, los gastos médicos y 100.000 dólares y una pensión anual vitalicia de 600 dólares a cada una de las afectadas.
Para ese punto, casi todas las chicas "radioactivas" ya habían muerto, y otras estaban muy cerca a ello. Grace Fryer falleció en 1933, pero al menos su muerte y la de sus compañeras no fue en vano.
Tras 10 años de lucha, la perseverancia de la mejor hizo que que el Congreso de los Estados Unidos aprobara años después una ley en la que se reconocía que todas las enfermedades laborales deben ser indemnizadas.
El daño a su reputación acabó con US Radium, aunque el radio siguió usándose para hacer pintura fluorescente hasta finales de los 60; eso sí, con fuertes medidas de seguridad en su manipulación.
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