martes, 9 de junio de 2020

El chalequero

En el siglo XIX, el Río Consulado fue el vertedero de los restos de más de una decena de mujeres estranguladas y torturadas por Francisco Guerrero Pérez alias “El Chalequero”, primer asesino serial del que se tenga registro en México.

Sus víctimas eran, en su mayoría, prostitutas que laboraban en el centro de la Cuidad de México. Según el perfil psicológico del asesino realizado por algunos estudiosos, este hombre sentía el derecho de asesinarlas porque consideraba pecaminosa su labor. Además de estar lleno de un sentimiento de superioridad física y moral, por lo que aprovechaba la vulnerabilidad de las mujeres para desfogar su odio contra el género femenino.

A diferencia de Jack el Destripador –que coetáneamente estaba causando pánico en Londres– Guerrero nunca intentó ocultar su identidad; “sus homicidios eran conocidos por todas las prostitutas de la zona pero ninguna fue capaz de denunciarlo o entregarlo a la policía debido al temor de posibles represalias en su contra”; se lee en una investigación de El Universal.

Mató en la Ciudad de México alrededor de 20 mujeres dedicadas a la prostitución durante 1880 y 1888, y una última (una anciana no prostituta, aunque hay fuentes que manejan que sí lo era) en 1908.

El mote de “El chalequero” es aducido a dos razones distintas; una de ellas es que era conocido así por usar esa prenda cotidianamente o por mantener relaciones sexuales “a chaleco”, es decir, a la fuerza.

De su vida se ha dicho mucho. Naturalmente muchas de las características que se le atribuyen son imposibles de comprobarse. Se dice, por ejemplo, que era económicamente mantenido por sus amantes, que incluso no gastaba un solo peso en la ropa que portaba.

Perfil psiquiátrico
Poseía una muy marcada personalidad psicopática pues carecía de empatía, no sentía culpa, tenía un estilo de vida parasitario, cosificaba a las personas a su alrededor, tenía una autoestima inflada, sufría de ataques súbitos de ira, era manipulador y promiscuo; pese a ello era una persona carismática (de ahí sus muchas amantes). En su época no se prestó atención a su diagnóstico pero su comportamiento y personalidad concuerdan con los de un trastorno errático de la personalidad ( personalidad antisocial y/o personalidad narcisista). Lo describían como tranquilo y callado, ponía demasiado cuidado en su cuidado personal.

Veía al sexo femenino como un simple satisfactor sexual desechable. Sus crímenes estaban marcados por una crueldad desmesurada con marcados tintes sexuales,- eran de odio. Violaba a sus víctimas para poder demostrar la supuesta "superioridad y poder" que creía tener sobre las mujeres. Todas sus víctimas (exceptuando la última) fueron prostitutas pero, a diferencia de lo que se llegó a creer, no las mataba por el hecho de serlo, sino porque ellas eran más vulnerables (prueba de ello fue que su última víctima no se dedicaba a esta práctica, sin embargo, también pertenecía a un sector poblacional vulnerable: la tercera edad) Según él las mujeres le debían una total fidelidad a sus maridos, el adulterio tendría que ser castigado con la muerte, consideraba especialmente pecaminosa la labor de una trabajadora sexual ya que no guardaban fidelidad hacia ningún hombre

Es fácil intuir que su trastorno de personalidad y su misoginia, fue producto de un rechazo maternal durante la infancia, que degeneró en un complejo de Edipo no superado. Muy probablemente no conoció una imagen paterna o ésta representó el patrón de la violencia contra las mujeres (un padre golpeador). Pertenecía a un estrato social bajo y era prácticamente analfabeto. Proyectaba en sus víctimas la imagen de su madre.

Francisco Guerrero Pérez - Wikipedia, la enciclopedia libre

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