viernes, 18 de septiembre de 2020

El hombre que escapo del infierno

Clifford Hoyt es un ciudadano estadounidense que en la mañana del 05 de Diciembre del año de 1999, en Maryland, sufrió un accidente automovilístico en la carretera Maple Grove. El choque fue desastroso. Clifford se salvó de milagro. Su fuerza de voluntad, hizo que moviera su cuerpo herido a la carretera, donde colapsaría y caería en coma. Minutos más tarde, para su suerte, un camión pasó por el lugar, encontrando el horrible escenario. De inmediato llamó al 911.

Ya en el hospital, se descubrió que Clifford no solo había entrado a un cuadro de coma, sino que también tenía varias fracturas, hemorragias internas y demás. Su recuperación fue muy lenta. Lo que los doctores no se imaginaban era que el hombre no solo luchaba por aquellas desgracias físicas que le habían dejado el accidente, sino que algo más ocurría en su interior.
Una noche, según cuentan los enfermeros, se empezaron a escuchar gritos de desesperación de un hombre en el hospital, acompañado de golpes a la pared y sonidos angustiantes. Cuando entraron en la habitación de Clifford, encontraron al hombre completamente asustado y desquiciado. Por un momento pensaron que hasta los ojos se le iban a salir, por lo que tuvieron que agarrarlo entre varias personas que estaban ahí para aplicarle un calmante.
Entre los llantos, el hombre explicaba que había estado en el infierno durante todo este tiempo. Las torturas que experimentó en aquel lugar eran inimaginables. Contó que en dicho lugar habían brazos que lo perseguían. Todo olía a azufre y a podrido, y que estaba lleno de fuego y lamentos. Su discurso era tan coherente, tan creíble, que era muy poco probable que todo lo que dijo que vivió haya sido por los medicamentos. Clifford se recuperó a los días, y a pesar de que le dijeron que necesitaba consejería psicológica, él la rechazó.
Semanas después, tras haber regresado a su departamento alquilado, los vecinos se quejaron con el dueño del edificio ya que Clifford tocaba música a muy altas horas de la noche. El señor, tras las quejas, se dirigió hacia el departamento de Clifford, y tras no recibir ninguna respuesta a sus incesantes golpes a la puerta, decidió entrar con su llave maestra. "Tal vez no me escucha debido al volumen de la música", pensó. Jamás imagino lo que encontraría en el lugar. Clifford se encontraba en el piso, abrazando un enorme bloque de hielo, lucido. La sala parecía una pocilga, llena de excremento. El propietario tomó fotografías del lugar para entregarle a la policía.
Clifford decía que era consciente de todo lo que estaba haciendo. La música la tocaba para que los demonios del infierno no se lo llevaran otra vez. Solo así los podía mantener alejados. El bloque de hielo era porque no soportaba el calor que hacía en aquel lugar. Luego de eso, su familia se vio obligada a internarlo en un centro psiquiátrico de Maryland. Los médicos aseguran que su comportamiento se debe al daño cerebral que sufrió en el accidente, pero Clyfford, al día de hoy, está convencido de que los demonios aun lo persiguen.
Clifford Hoyt fue analizado por otros dos terapeutas, en diferentes momentos. Luego en la tarde y más a la noche, y si bien el primer psiquiatra afirmó haber visto “algo de seriedad en sus ojos”, en cambio, los otros dos llegaron a la conclusión de que el daño cerebral que había producido en el hombre el accidente automovilístico claramente había afectado a su psique.
Por eso mismo, la junta médica determinó que lo enviarían a la institución mental más cercana en Maryland. Y eso fue lo que sucedió. Aún así, el primer profesional médico dijo sentir “como un cuchillo clavado en mi estómago. Antes de su traslado, hice varias pasadas por su habitación. No se le permitió ninguna visita, pero me quedé allí, escuchando, en la habitación contígua. Y entonces en la noche, lo oí. Se oyó una risa. Una mezcla entre una carcajada y un gruñido que ningún hombre en esta Tierra podría replicar. Pero cuando abrí la puerta, Clifford se encontraba solo, todavía aferrándose a otra barra de hielo que le habían dado. Por eso, aún cuando firmé su traslado, desde entonces no creo que Clifford Hoyt haya estado mintiendo...”.






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